sábado, 16 de marzo de 2019

Artículo de opinión




Los invisibilizados


La violencia intrafamiliar es una de las problemáticas usualmente más comentadas y denunciadas cabe preguntarse si esta problemática le compete a la familia o a la sociedad, siguiendo a Martín Baró, el trauma de la guerra no es individual, sino social; lo que quiere decir que convoca a toda la comunidad en general. Durante las últimas décadas se han hecho análisis psicosociales de los agentes afectados por agresividad en el hogar, sin embargo, se ha relegado y en ocasiones obviado el rol de los niños, niñas y adolescentes de los hogares que presentan la coerción como instructor o corrector de acciones, palabras y posiciones ideológicas.

En el presente artículo abordaremos el papel de niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de la violencia intrafamiliar. Es importante entonces aclarar que hablaremos de “sobrevivientes” en lugar de “victimas” para posicionarlos en el lugar de la esperanza y la reconstrucción de identidad y no reiterar en que han sido personas “dañadas”.  Empezaremos por mencionar que esta problemática es producto de la desvinculación social y afectiva que existe en el discurso capitalista de la actualidad, este pretende que el sujeto cuide más al objeto que posee en lugar de generar lazo con el Otro. Dónde la comunicación es escasa y el lenguaje como medio de consenso de normas para la sana convivencia es sustituido por la fuerza y la opresión, llegando a este punto es conveniente preguntar ¿A qué se debe tanta indiferencia e indolencia de la sociedad ante los casos de violencia intrafamiliar? Y como respuesta a la anterior pregunta hallaríamos la naturalización o legitimación del maltrato, como gestora de la interiorización de los valores de la violencia. Para finalizar nuestro argumento podemos mencionar que la familia se aleja de su función inicial, la de proteger y asegurar el crecimiento sano y de calidad de las nuevas cohortes.

Veamos entonces ahora que el cuerpo es el primer territorio de poder del ser humano, para los niños, niñas y adolescentes es la única herramienta de supremacía, el recurso con que se sobrevive al estropicio. El cuerpo es atravesado por el daño, es donde se objetiviza la violencia y también es la representación de resistencia ante muchos cánones familiares y sociales. Estaríamos cayendo en un error si solo mencionamos al cuerpo haciendo alusión a la violencia física, ya que en él también coexiste la violencia simbólica que comprende daño psicológico y emocional. Entre los efectos de la violencia intrafamiliar en los menores se destacan; problemas escolares, aplanamiento emocional, aislamiento social, síntomas de ansiedad y represión, internalización de roles violentos, entre otros. Ya comentamos que la invisibilización de los menores ha sido reiterativa, y que el trabajo de los profesionales por constituir una cultura que considere a los niños, niñas y adolescentes sujetos de derecho ha sido incesante, empero vale la pena hacer una pequeña pregunta; como sociedad ¿estamos haciendo lo suficiente?  


1 comentario:

  1. En relación a este tema, cabe decir que dejamos muchas veces que este tipo de situaciones se conviertan en hábitos de la vida diaria y estamos en una época en la que ese comportamiento ya no debe existir por el futuro de los niños

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