Los invisibilizados
La
violencia intrafamiliar es una de las problemáticas usualmente más comentadas y
denunciadas cabe preguntarse si esta problemática le compete a la familia o a
la sociedad, siguiendo a Martín Baró, el trauma de la guerra no es individual,
sino social; lo que quiere decir que convoca a toda la comunidad en general. Durante
las últimas décadas se han hecho análisis psicosociales de los agentes
afectados por agresividad en el hogar, sin embargo, se ha relegado y en
ocasiones obviado el rol de los niños, niñas y adolescentes de los hogares que presentan
la coerción como instructor o corrector de acciones, palabras y posiciones
ideológicas.
En
el presente artículo abordaremos el papel de niños, niñas y adolescentes
sobrevivientes de la violencia intrafamiliar. Es importante entonces aclarar
que hablaremos de “sobrevivientes” en lugar de “victimas” para posicionarlos en
el lugar de la esperanza y la reconstrucción de identidad y no reiterar en que han sido personas “dañadas”. Empezaremos
por mencionar que esta problemática es producto de la desvinculación social y
afectiva que existe en el discurso capitalista de la actualidad, este pretende
que el sujeto cuide más al objeto que posee en lugar de generar lazo con el
Otro. Dónde la comunicación es escasa y el lenguaje como medio de consenso de
normas para la sana convivencia es sustituido por la fuerza y la opresión, llegando
a este punto es conveniente preguntar ¿A qué se debe tanta indiferencia e
indolencia de la sociedad ante los casos de violencia intrafamiliar? Y como
respuesta a la anterior pregunta hallaríamos la naturalización o legitimación del
maltrato, como gestora de la interiorización de los valores de la violencia. Para
finalizar nuestro argumento podemos mencionar que la familia se aleja de su función
inicial, la de proteger y asegurar el crecimiento sano y de calidad de las nuevas
cohortes.
Veamos
entonces ahora que el cuerpo es el primer territorio de poder del ser humano,
para los niños, niñas y adolescentes es la única herramienta de supremacía, el recurso
con que se sobrevive al estropicio. El cuerpo es atravesado por el daño, es
donde se objetiviza la violencia y también es la representación de resistencia
ante muchos cánones familiares y sociales. Estaríamos cayendo en un error si solo
mencionamos al cuerpo haciendo alusión a la violencia física, ya que en él también
coexiste la violencia simbólica que comprende daño psicológico y emocional.
Entre los efectos de la violencia intrafamiliar en los menores se destacan; problemas
escolares, aplanamiento emocional, aislamiento social, síntomas de ansiedad y represión,
internalización de roles violentos, entre otros. Ya comentamos que la invisibilización
de los menores ha sido reiterativa, y que el trabajo de los profesionales por
constituir una cultura que considere a los niños, niñas y adolescentes sujetos
de derecho ha sido incesante, empero vale la pena hacer una pequeña pregunta;
como sociedad ¿estamos haciendo lo suficiente?
En relación a este tema, cabe decir que dejamos muchas veces que este tipo de situaciones se conviertan en hábitos de la vida diaria y estamos en una época en la que ese comportamiento ya no debe existir por el futuro de los niños
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